miércoles, 3 de noviembre de 2010

Renovarse...¡sí, por favor!

El viernes pasado tuve el privilegio de asistir, aquí en Madrid, al concierto de un grupo que empieza a abrirse camino en la música: The Baseballs. Es una banda que se dedica a adaptar canciones actuales al más puro estilo de Elvis.
Lo que me resulta ya no alarmante pero sí preocupante es que muchas de sus versiones superan con creces a las originales. Esto me plantea una pregunta: ¿qué está ocurriendo con la música de nuestro tiempo?, ¿ha perdido calidad respecto a la de años pasados? Desde luego, no puedo formular una respuesta satisfactoria, pero desde luego algo está fallando, y eso que me confieso una melómana empedernida y soy bastante ecléctica en mis gustos.
No sé si os habrá pasado, pero es bastante frecuente que la primera vez que escuchas una canción no te guste, pero cuando ya la has oído por quinta vez parece que le vas cogiendo el puntillo; no es que realmente haya terminado por agradarte, sino que el sentido auditivo se ha acostumbrado a ella.
Esa es la estrategia que se emplea hoy en día en las radios: repetir las mismas melodías hasta la saciedad para que nos convirtamos en una especie de zombies que consumen todo lo que nos ponen y sin ningún tipo de criterio. A esto se ha reducido, a ser un mero producto de marketing.
Estoy cansada de la aburrida y machacona música electrónica; de las divas glamourosas y sofisticadas; del horterismo de los raperos, de sus rimas violentas y sus poses chulescas; de la música comercial y del pop endulzado a granel. Necesitamos, o al menos yo, un poco de aire fresco y renovado.
Ha tenido que irrumpir en escena un grupo como The Baseballs para que recupere algo de mi fe. Expuestos a las críticas de las viejas glorias del rock & roll y a la mirada escéptica de los versionados, no han tenido miedo de fusionar los viejos ritmos con las nuevas letras. Con la sencillez y la grandeza de una buenísima banda y de un innovador sonido nos emocionaron, nos divirtieron y nos hicieron disfrutar.
Desde mi humildad, me erijo en portavoz de todos los que presenciamos su actuación: gracias por habernos hecho vibrar con vuestras voces y vuestro carisma roquero.

viernes, 22 de octubre de 2010

El lado oscuro de la ignorancia

En un corto espacio de tiempo he vivido y presenciado dos situaciones que han alterado mi tranquilidad y me han hecho reflexionar.
La primera: una bucólica tarde soleada Sergio y yo, sentados junto al estanque del Parque de El Retiro, vimos fenecer a un inocente pato por la pedrada de unos salvajes.
La segunda: un bobalicón perturbado me amenazó de muerte.
Es curiosa la humillante cobardía de la que hacen gala aquellos mismos que emplean y abusan de la violencia con total impunidad. El miedo es el sentimiento más poderoso que existe, por encima de otros pesos pesados como el amor o la codicia, pues es capaz de anular completamente la personalidad y la voluntad de una persona, de rebajarle a la más absoluta insignificancia e invalidez. Por ello, en esos días en los que mi psiquis se halla especialmente malévolo, me conformaría  con vislumbrar en la mirada de esos desalmados una ínfima parte del terror que consiguen infundir a menudo en los que los rodean.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Sobre los fundamentos de Don Vito

Seguro que todos en algún momento hemos escuchado la típica frase: "sí, mi madre y yo no nos llevamos bien, pero la quiero porque, al fin y al cabo, es mi madre". No sé si se debe a las circunstancias que han rodeado mi existencia, pero a mí eso de la "llamada de la sangre" me resulta más propio del mundo animal que del humano. Dejando de lado la genética - para qué nos vamos a engañar, ¡soy muy de letras! - el concepto de familia, tal como se nos ha inculcado de forma tradicional, se sostiene con alfileres.
Es innegable que cada persona es portadora de un tanto por ciento de los genes  paternos y de otro tanto de los maternos, pero ello no obliga a albergar unos determinados sentimientos por nuestros progenitores. El parentesco no es sinónimo de lazo de unión, y si éste no se complementa con afecto, comprensión e interés resulta vacío y carente de valor.
De modo que ¿cuál es el criterio que delimita los cánones de una familia?. La vida es más breve de lo que nos gustaría, por lo que mi consejo es que no perdamos el tiempo comiéndonos el turrón y el mazapán con gente a la que no hemos visto en años sóla y exclusivamente por compromiso. Tengamos la suficiente personalidad y autonomía de pensamiento y acción para formar nuestra propia familia con aquellos que constituyen un verdadero baluarte en nuestras vidas, pues nos confían sus experiencias y se involucran en las nuestras.

domingo, 19 de septiembre de 2010

El clavo ardiendo

A pesar de que trato de pensar en ello lo menos posible, a veces me viene a la mente la idea de la muerte. Más allá de las habituales disquisiciones sobre qué es, qué hay tras ella y sus correspondientes interpretaciones religiosas -cuestiones en las que no me atrevo a ahondar, sobre todo por mi propia salud mental- me pregunto con qué cuenta el ser humano cuando se ve cara a cara con la Innombrable. La vida de una persona, cuando nace, se asemeja -o al menos en mi imaginación- a un libro en blanco o a un álbum de fotos sin estrenar. Su elaboración depende de uno mismo y, en mayor grado, de sus circunstancias. De manera que cuando uno ha perdido la lozanía, la juventud, la vitalidad y la salud; cuando los bienes materiales y la posición social no son sinónimo de bienestar ni de desasosiego; cuando nada puede alejarle del destino más inminente, ¿qué le queda?, ¿qué es lo último de lo que el ser humano se ve privado? Mi respuesta, que obviamente no es un axioma indiscutible ni inapelable, son los recuerdos. Un moribundo, al diluirse lentamente su existencia en el mundo, sólo puede gozar de un placer: releer su libro o mirar su álbum de fotos, llegados ambos a su culmen.
Los recuerdos son únicos, personales e intransferibles, por lo que considero que esa es la mejor herencia que te puede dejar un ser querido: el recuerdo de un beso, de una caricia, de unas vivencias compartidas. La realidad de esos momentos se desvanece como el humo, pero su recuerdo se graba a fuego en el corazón y en la mente del que los ha vivido.

martes, 7 de septiembre de 2010

Conociendo Londres

Cinco días, sólo cinco he pasado de vacaciones en Londres. Dicen que cuando conoces a una persona formas tu primera impresión sobre ella en quince segundos; a mí me sobraron diez para que esta ciudad lanzara sobre mí su hechizo. Para poder abarcar un abanico tan amplio como el que ofrece Londres en un espacio de tiempo tan reducido hemos tenido que forzar la maquinaria al máximo. Sin embargo, si no hubiéramos podido visitar la National Gallery, con su emocionante "Venus del espejo", el Museo Británico, con su reveladora piedra Rosetta, la catedral de San Pablo, con sus exaustos más de trescientos escalones, o Harrods, con su estética lujosa y hedonista, no me hubiera importado. Las calles de Londres emanan una esencia cautivadora; la languidez que le imprimen las nubes encapotadas que la cubren es combatida por los colores vivos de las flores que cuelgan por todas partes, de las puertas de las casas de estilo victoriano, de la peculiaridad de los puestos del mercadillo de Portobello y de las alfombras verdes de sus jardines.
Ahondar en sus secretos y pasear por sus calles con el amor de mi vida ha sido una bocanada de oxígeno y un privilegio maravilloso.

sábado, 28 de agosto de 2010

Homenaje a Ella

Me miras pero no me ves, sólo soy una sombra reflejada en tus desorbitadas pupilas. Silencio. En mi garganta se ahoga un quejido desesperado. La luz que entra por la ventana agudiza tus facciones, más que marcadas, hundidas. En tu mente luchas de manera infatigable contra el constante murmullo del segundero de mi reloj, mientras tu cuerpo sucumbe lentamente a sus aguijonadas. La melodía de tu voz resuena tímidamente al compás de tu respiración desacompasada. Yo puedo oirla, la invito a unirse al susurro del goteo de mis lágrimas.
Levanta de ahí, puede que tu cuerpo esté exhausto pero tu alma se vislumbra ávida de traspasar las fronteras del tiempo y del espacio, de desentrañar misteriosos enigmas, de impregnarse con el fulgor de las estrellas...Mi figura acompaña a tu lánguido sueño, un halo febril nos envuelve mientras el viento sopla con fiereza, los pájaros enmudecen y el cielo se viste de luto.
¡No lo apartéis de mi lado! Aún tiene muchos problemas que escribir, muchas historias que leer y muchas leyendas que inventar.
Todavía rezuma en mis entrañas aquel olor a lobreguez y a rendición, a su sudor mezclado con su llanto y al tintineo de esa cancioncilla teñida de días felices.
Pero yo no te he abandonado, ni tú a mí tampoco, en lo más profundo de mi alma un rinconcito para que sigas siendo mi madre y yo tu pequeña.

martes, 24 de agosto de 2010

La vida es sueño

Los sueños. ¡Qué cosa tan curiosa son los sueños! A día de hoy, los libros que versan sobre su interpretación se ubican en los estantes de "esoterismo" o "ciencias ocultas" de los grandes almacenes. Parece ser que se les ha relegado al ámbito de la inverosimilitud y la irrealidad, lejos han quedado las brillantes disquisiciones de un pionero Dr. Freud. En la psiquiatría actual se prefiere atiborrar al paciente con fármacos químicos para intentar parchear el problema, que ahondar en el origen del mismo.
Yo me pregunto cómo hemos pasado de un extremo a otro con tanta celeridad. No soy psiquiatra ni psicótica, pero para mí los sueños son los guardianes de un imaginario personal que uno ni siquiera sabe que posee. A lo largo de los dos últimos años he tenido un sueño penosamente recurrente: la muerte de mi madre. Lo curioso es que en mis horas de plena consciencia casi nunca pienso en ello. La mente humana es como un torrente de agua, no puede ni debe apartarse de su cauce natural. Lo que silenciamos en nuestro consciente se manifiesta en el subconsciente.
Señores doctores, eminencias del saber, como dice mi padre: en la vida no todo es blanco o negro, hay muchas tonalidades de grises. Y yo añado: y menos en la mente humana.